Típico ejemplo que constata que España, el Estado, no tiene idea de lo que es el país ni lo que quiere ser ni planes de largo plazo de ningún tipo: Gibraltar.
Este año al fin visité el peñón. Y no me lo esperaba así. Me esperaba un paraíso fiscal más parecido a otros (ex) británicos como Singapur o Hong Kong. Con su sustrato autóctono y cantidades industriales de brilli-brilli y esa sensación de estar en el siglo XXIII y, como en el caso del segundo, con la marcada huella de los ingenieros civiles del imperio británico: vialidades como las de la zona de The Mall en Londres, pero en mejor.
Nuevos desarrollos ganados al mar aparte (que, por cierto, son más Marina d’Or que complejos contemporáneos de Dubai o Montecarlo), Gibraltar se parece mucho a Malta, es decir: es una versión soleada y polvorienta de la Gran Bretaña tardosetentera que veíamos en las series de Los Roper, Benny Hill o aquel bendito curso de inglés televisivo, el Follow me. El español de España tiene una palabra perfecta para definirlo: cutre.
Futbolistas borrachos aparte, prácticamente nadie ignora que los acuerdos de Utrecht son ley y que la única manera de que Gibraltar vuelva a ser español es convenciendo a los gibraltareños de que siendo españoles estarían mejor.
¿Cómo?
El Estado debería crear un plan de choque, aunque prolongado en el tiempo, para transformar La Línea y la zona de la Bahía de Algeciras en un sitio atractivo para invertir, para trabajar, para vivir. Que ni un gaditano tenga la necesidad ni las ganas de cruzar la verja cada día para ir a trabajar. Que la vida y los negocios de Gibraltar sean insostenibles sin la actual gran afluencia de mano de obra barata. Que los gibraltareños tengan que cruzar la verja cada mañana para ir a trabajar a España.
Ya les digo yo que entonces les entrarán ganas de cambiar de nacionalidad y reintegrarse a España, pero ni un segundo antes. Poniéndonos en sus zapatos, la cosa está clara: ¿para qué?
El drama es que no se hace absolutamente nada al respecto.
Eso sí, We are the champions y Gibraltar Español (¡hip!)