Se dice que el joven Puigdemont, cuando pasaba en coche por los peajes que se interponen entre la ultra pura Girona y la morada habitual del Pixapins, siempre insistía en pasar por la caseta sobre la cual se leía “Peatge”, aunque hubiese más cola que en las decoradas con “Peaje” o “Toll”.
“Por si nos cuentan”, dicen que decía.
Hoy, día del Orgullo, estoy viviendo mi personal momento “por si nos cuentan”.
Y es que no quiero que me cuenten como asistente a un evento en el que más de un limitado mental va a ondear banderas palestinas, o peor, banderas palestinas tuneadas con los colores del arcoíris.
Ya basta de esta estúpida competición por ver quién es más iconoclasta. Defender a Lenin, la República Democrática Alemana, el homófobo y violento Che Guevara y, en un nuevo giro de tuerca, posicionarse a favor de una organización terrorista partidaria de un modelo de sociedad en la que a todos y cada uno de nosotros, lo menos cruel que nos harían es tirarnos desde lo alto de un minarete.