Ser business analyst es duro muchas veces. De un lado te topas con informáticos talibanamente cartesianos que no entienden que en el mundo real las cosas no son “de cajón”, que existen cajones que ni abren ni cierran y son lo más normal del mundo. Del otro te topas con clientes que vieron demasiado “Los mundos de Yupi” en su tierna infancia, o que son de esos que se autodenominan “de letras” para querer decir que están orgullosos de su razonamiento obtuso y su incapacidad de sumar 2+2 (triste vicio el de vanagloriarse de las incapacidades propias), o ambos a la vez. En fin… nadie dijo que la vida de las bisagras fuese sencilla.
Sin embargo, alguien tiene que «realismizar» (dotar de realismo) la petición de ambos, tanto la del programador (que se deje de pensar que las cosas son perfectas y se adapte a desarrollar para un entorno hostil –real–) como las del cliente que se piensa a pesar de que llama a tu puerta para que le resuelvas la papeleta, se empeña en convencerte lo ideal y lo fácil de resolver que es el problema («¿es tan, tan, tan fácil que me necesitas para que te lo solucione? O RLY?»)
Amén. De eso va el trabajo. Aunque a veces las fuerzas flaquean…