Oído en la oficina: “ya tengo una hija en la conchinchina, para que ahora se me vaya el hijo también a la conchinchina”. Yo pienso, pero callo, para que no me llamen inhumana: “mejor un hijo feliz en la conchinchina que un hijo apedreando perros y viviendo en mi casa hasta que me muera y se convierta en suya”.